martes, 17 de abril de 2012

Blancura azulada

Recuerdo una mañana de lunes, ropa de toda la semana para lavar.
Me iba a la escuela y mi madre se quedaba en la cocina con un montón de  sábanas y mudas, todas de color blanco.
Se oía el ruido ensordecedor de la lavadora y todo estaba impregnado de olor a "jabón de Lagarto" y "lejía Los abuelos".
Se pasaba  la jornada introduciendo coladas y más coladas,  hasta  la una de la tarde.
Después las aclaraba, una y otra vez, y para finalizar,  las dejaba en remojo, con un poco de añil.
Ese día hacía frío, como siempre llegaba de la calle con las manos  rojas y ateridas; para calentarlas, las  metí en el interior del horno.
Enseguida  reclamó mi ayuda:
¡Ven a ayudarme a retorcer las sábanas y a tenderlas, ...!
Cuando terminaba con esta tarea me esperaba un plato de sopa de cocido, berza y garbanzos, carne y relleno; el esfuerzo merecía la recompensa.
Por la tarde, recogíamos y doblábamos las prendas que se habían secado al ritmo del viento.
 Mi madre decía: 
¡ Qué blancas han quedado, mira qué relucientes, si parecen recién estrenadas, este azulete blanquea que es un primor!


Añil


Estas son las prendas  blancas que he decorado hoy:






El  blog con un poema:  lento va... a ninguna parte
Ilustración que acompaña al poema

4 comentarios:

  1. Pero...¿hemos tenido la misma madre? ¿el mismo azulete?..¿la misma escuela??

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  2. Es curioso, el añil de lavar, y el añil de tintar los tejidos....
    Entrañable entrada!!

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  3. Muchísimas gracias por tu comentario. Por favor, sigue regalándonos sabiduría¡

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