lunes, 26 de noviembre de 2012

Verano en "Valle Esgueva"

Se acababa de marchar y en la casa se sentía un dolor insoportable.
María, a ratos lloraba y cuando estaba delante de sus hijos, disimulaba e intentaba aparentar normalidad.
La mayor parte del tiempo estaba sola, todos se habían ido a segar, a regar o a atender a los animales.
Una mañana de verano nos presentamos en su casa, me llevó mi padre en el "Barreiros".
Me impresionó la enorme tristeza que desprendía aquella mujer, tan alegre y dicharachera en visitas anteriores.
Yo iba a echarle una mano en casa; enseguida nos pusimos a trabajar. Había tanto que hacer ...
Por las mañanas barría todas los dormitorios y quitaba el polvo de los muebles; tenían un dedo de polvo, acumulado durante el periodo que duró el duelo. Algunas pelusas se pegaban a la escoba y otras corrían velozmente sin darme tiempo a alcanzarlas; era una lucha continua, yo, corre que te corre con el escobón y las "bolitas", formadas con todo tipo de desechos, escapándose de mi presencia y escondiéndose en los lugares más recónditos e inescrutables.
En la casa vivía  Prisciliano,  hermano de María, un hombre con la espalda hecha un guiñapo, de aspecto dulce y delicado, que se pasaba la mayor parte del tiempo en la cama y tenía grandes dificultades para respirar. Su hermana bromeaba contándome anécdotas de su paso por el hospital. Le tenían con un camisón, casi desnudito y con las vergüenzas al aire, me decía  entre risas burlonas.
Al mediodía llegaban todos a comer, con ganas de hablar  y contar  las muchas vicisitudes que habían tenido que afrontar durante la jornada estival.
"Esteban" siempre estaba bromeando y  hacía que me pusiese colorada con sus ocurrencias y chascarrillos.
Se acabaron las vacaciones;  nos fuimos en el camión  desde "Piña" camino de mi pueblo.
Pronto comenzaron de nuevo las clases del Instituto y la rutina del día a día, ir a clase, estudiar, ayudar a mi madre en las tareas domésticas,...
En mi mente se quedó grabado  para siempre aquel verano del '72.