Un muestrario de costura me ha traído a la mente recuerdos
de mi infancia:
Durante los meses de primavera, por las tardes, rezábamos el
rosario y, entre misterio y misterio, cosíamos.
Era costumbre, entre las maestras de la época, enseñar a sus
alumnas a coser botones, hacer ojales, pegar puntillas, unir entredós, hacer
vainicas, …; teníamos que ser “mujeres de provecho!
Por las mañanas, después de hacer fila en el patio, izar la
bandera, cantar el himno nacional y rezar al comienzo de la clase, Doña
Mercedes, la maestra de las mayores, nos enseñaba las cuatro reglas, los nombres de ríos, cabos,
montañas, las reglas ortográficas, los
verbos, …
Compartíamos clase con las alumnas del último curso de
primaria, más mayores y más listas que
nosotras.
Los lunes, a la hora del recreo, escuchábamos embelesadas sus
hazañas en el baile de los domingos, lo que habían ligado y lo bien que se les
daba bailar suelto y agarrado.
El que iba a ser nuestro penúltimo año de curso, se convirtió
en el último, por arte de la promulgación de una nueva ley de educación que hacía desaparecer, entre
otras, la etapa de Educación Primaria y pasaría a denominarse Educación General
Básica (EGB).
La maestra avisó a nuestros padres que existía la
oportunidad de prepararse para una beca; si la sacábamos, tendríamos la opción
de estudiar bachillerato en un Centro Educativo de la capital.
Después de estudiar para ello, casi todas superamos las
pruebas y comenzamos una nueva etapa que nos sirvió para seguir creciendo.
Aún hoy lo seguimos haciendo,…