lunes, 17 de septiembre de 2012

Felisa: amiga de la costurera

Estaba sola, no quiso que su padre se enterara de ello, podrían apresarlo y llevárselo de "paseo".
Le hicieron las preguntas de rigor y ella fue contestando, una a una, negándolo todo.
La ultrajaron, intentaron que confesara algo que ella nunca había hecho.
Salió del Ayuntamiento como pudo, con el cuerpo y el alma doloridos.
A la altura de la plaza se encontró con su padre, ella no quería que la viese así, con su vestido blanco, confeccionado por Josefa, hecho jirones, destrozado por la brutalidad de esos hombres ciegos de venganza.
Se cruzaron las miradas, no se dijeron nada, los dos sabían lo que había pasado, ya se lo habían hecho a otras mujeres del lugar.
No había transcurrido ni una semana y volvieron a llamar a la puerta, era verano y hacía un calor insoportable.

Se los llevaron a todos; nunca más volvieron a su casa.