miércoles, 13 de junio de 2012

De casa en casa: un relato de los años cincuenta

Era verano y se sentía pletórica de alegría.
Sus ojos, color de cielo, chispeaban al aire del trigal.
Un año antes, había conocido a un muchacho de pequeña estatura,
pero con gran poder de seducción.
Durante toda la tarde, estuvo esperando a que llegase ese momento:
encontrarse con él en la tierra de su tío, junto al pozo y a la sombra del almendro que habían plantado sus antepasados.
Sonó el claxon, salió corriendo y se montó en el Mercedes  que  él cogió prestado en el Cuartel Militar del Pinar.
El corazón la golpeaba con fuerza en su pecho, la emoción contenida, ahora brotaba  y hacía ruborizar sus mejillas.
Se amaron, recorrieron sus cuerpos y entrelazaron sus destinos.
En septiembre fue la boda, una ceremonia simple y sin apenas invitados.
No tenían casa propia y tampoco mucho dinero para alquilar; se fueron a vivir a casa de los padres de él.
En marzo nació el primer hijo: un niño con cara redonda y grandes ojos azules.
Un año y medio después llegó la niña, también con cara redonda y ojos casi transparentes  como el color verde del  mar; aún vivían en casa ajena, esta vez con los padres de ella.
A los trece meses  y medio de nacer la primera niña, vino la tercera criatura, otra niña, con ojos color castaño y pelo negro.
Él encontró un trabajo de chofer de coche de línea  que hacía la ruta Valladolid-Cuellar y el matrimonio y los tres hijos se instalaron en una casita, en un pueblo, a mitad de camino a Cuellar.
Por fin un hogar solo para  ellos, sin tener que depender de los padres y los suegros, ni compartir con los hermanos y hermanas de ambos.
A los siete años, otro niño, otra casa  y aún más trabajo para ella.
Cuando la primera niña cumplió catorce años, vino al mundo  la tercera: regordeta, con enormes ojos marrones, pelo negrísimo; el parto fue rápido, sin complicaciones, asistida por el practicante Don Eleuterio. nació en la casa  del leonés, un contratista de medio pelo que hizo negocio con la venta del inmueble. 
Esta fue la primera casa propia, llena de desperfectos y muy húmeda, pero al fin y al cabo, perteneciente a ellos.

domingo, 3 de junio de 2012

Coser palabras

Comencé este blog insertando labores de costura.
Pronto  surgieron algunas ideas.
 Decidí plasmarlas en forma de poemas y relatos.
La costura y la confección  se fueron mezclando,
 puntada a puntada, 
letra a letra.
Al igual que las puntillas y tiras bordadas
 voy uniendo las palabras.
Con el paso de los meses voy mejorando en la costura.
La confección de versos y cuentos no avanza al mismo ritmo.
Con perseverancia y tesón 
conseguiré equilibrar la balanza
hasta alcanzar  a dominar el arte de escribir.




Labores del fin de semana